lunes, 22 de febrero de 2016

La doctrina que se aprende desde niño sobre la verdad

En esta entrevista con Germán Rueda, un historiador de la sociedad española desde mediados del siglo XVIII gasta 1930, le preguntan la diferencia entre la vida social de entonces y la de ahora. Responde:

«La vida social era diferente. Por ejemplo, había un valor hoy en crisis y que entonces se consideraba irrenunciable, sin fisuras: la verdad (la mentira no se aceptaba en ningún ámbito).

Aunque la verdad es un valor universal, en España estaba vinculada a la religión católica. Los españoles en un 99,81 % y las españolas en un 99,83 eran católicos. Al menos, esto era lo que reflejaba el censo de 1877. Eran católicos individualmente y en sociedad. Aunque posiblemente en la mayoría de los casos coincidiese, lo que es difícil de probar, una cosa es lo que cada español creyese y otra, lo que tenía que creer. Las costumbres que componían el código moral las administraban más bien los clérigos, pautados por los obispos, pero el cumplimiento de las reglas morales tenía como su principal valedor, además de la “conciencia” de cada individuo, el conjunto de la sociedad. La doctrina que se aprendía desde niño sobre la verdad era:

– Que no se debe mentir (decir lo contrario de lo que se piensa con intención de engañar).

– La mendacidad (¿quién se refiere hoy a ella?) es el vicio de la repetición de la mentira.

– Por el contrario, el hombre recto debe vivir la virtud de la veracidad, la verdad (la conformidad de las palabras con nuestros pensamientos) de manera habitual.

– No es lícito mentir, aunque se puede callar la verdad para evitar perjuicios sin que haya derecho de exigirla.

Estas consideraciones llevaban a una sociedad en la que predominaba la franqueza sincera y prudente porque sin ella se haría “odiosa” la comunicación y las relaciones, desconfiadas y recelosas.

Todas estas ideas están documentadas en los catecismos del siglo XIX, que casi todos los españoles estudiaban o cuyas enseñanzas recibían en la “parroquia”. La sociedad velaba por ellas.

En la sociedad española actual, los obispos han sido sustituidos por los “obispos” y las “obispas” que aparecen en la televisión, que, sin duda, es la “escuela” y la “parroquia” donde aprenden los españoles la mayoría de las normas morales.

Por supuesto que quedan algunos aspectos sustanciales, entre otros, por solo citar dos: la alegría de vivir y la vida social en la calle.»